Ana Maria Belique
La lucha contra el racismo para las personas afrodescendientes es una lucha permanente por la humanidad y la dignidad. Luchamos desde diferentes frentes y espacios, sin olvidar que el sueño de la libertad del negro no es individual sino colectivo, pues cuando avanzamos no lo
hacemos solos, sino que buscamos que toda nuestra comunidad avance con nosotros y nosotras.
Así fue el sueño del pueblo haitiano cuando logró el fin de la esclavitud y su independencia, ser la Tierra de la Libertad para todas las personas negras, no solo de Haití sino del mundo. Hoy, a más de 200 años de la Revolución Haitiana, somos testigos de cómo el pueblo haitiano sigue sufriendo por la osadía de querer ser un pueblo libre con dignidad y derechos.
En toda la región del Caribe hubo una intensa demonización de la Revolución Haitiana por parte de los esclavistas en la primera mitad del siglo XIX, quienes temían que se expandiera el ejemplo revolucionario y liquidara la esclavitud. En la República Dominicana la clase dominante y elite intelectual se han encargado de arraigar de tal manera el antihaitianismo hasta nuestros días que la mayoría de la población negra del país desconoce que la lucha revolucionaria haitiana abolió la esclavitud a fines del siglo XVIII en la colonia francesa y que después de lograr la independencia extendió la libertad a toda la isla en 1822, durante la integración política de la isla. Las autoridades haitianas redistribuyeron tierras de los colonialistas blancos y de la iglesia entre las personas negras anteriormente esclavizadas. Este fue el inicio del campesinado dominicano, hombres y mujeres libres con tierras propias. Pero República Dominicana es uno de los pocos países ex coloniales de la región caribeña que no conmemora oficialmente la abolición de la esclavitud.
A partir de la ocupación estadounidense de Haití y República Dominicana, en 1915 y 1916, se inicia un esquema de usar fuerza de trabajo haitiana en condiciones de semi-esclavitud en la industria azucarera dominicana. La matanza de haitianos y personas dominicanas negras de 1937 en donde se estima que murieron alrededor de 20,000 personas, no ha tenido nunca una disculpa oficial ni una conmemoración por parte del Estado dominicano. Persistieron lasegregación, marginación y superexplotación de la inmigración haitiana a lo largo del siglo XX, reforzadas por las ideologías racistas oficiales.
El hecho más reciente de manifestación de la anti-negritud del Estado dominicano fue la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional, de la que se cumplieron ya once años. El Estado usó su poder para desnacionalizar a más de 200 mil personas sobre la base de una definición racial, dejándolas en la apatridia, sin importar que para ello estuviera violando su propia Constitución.
La sentencia sigue afectando la vida de miles bajo la mirada silente de la mayor parte de la sociedad, que pretende que los afectados y afectadas se conformen con la ley 169-14, por medio de la cual hasta ahora solo se restableció la nacionalidad a alrededor de treinta mil personas, mediante la creación de un nuevo registro civil segregado racialmente. Han pretendido hacernos creer que nuestros derechos civiles son un regalo que depende de la voluntad política de quien esté de turno en el poder. Desde el poder económico y político se alimenta el anti-haitianismo para alegar que somos hijos de inmigrantes y como tales tenemos derecho a otra nacionalidad y que eso les da el poder de retirarnos todos nuestros derechos políticos, económicos y sociales como dominicanos. Esa argumentación no se usa para desnacionalizar a descendientes de inmigrantes de otras nacionalidades, solo contra las personas dominicanas de ascendencia haitiana. Así avanza el proyecto de convertir a República Dominicana en un Etno-estado excluyente, un régimen de apartheid en el corazón de nuestro Caribe.
Durante varias décadas, nuestros padres y abuelos sostuvieron la economía dominicana a través de su mano de obra sobreexplotada. Los trajeron desde Haití a la República Dominicana para trabajar en las plantaciones de azúcar en condiciones de semi esclavitud y hoy, miles de ellos ya ancianos, luchan para que el Estado les entregue la pensión a la cual tienen derecho por ley después de años trabajando y cotizando. El gobierno se niega a reconocerles sus pensiones. Sus hijos y nietos hemos sido desnacionalizados por el Estado, despojando a miles de la posibilidad de vivir con dignidad en la tierra que les vio nacer. El Estado no muestra la menor intención de buscar una salida justa para miles de personas dominicanas que continúan en situación de apatridia.
Personas nacidas en el país, por no poseer una documentación y tener la tez oscura, son etiquetadas por las autoridades migratorias como inmigrantes indocumentados, sufriendo arrestos y expulsiones en la ola de deportaciones masivas que lanzó el gobierno a fines de 2021 y que aceleró el 2 de octubre de este año, al anunciar una meta de 10 mil expulsiones semanales. El 2 de octubre se cumplía precisamente el 87 aniversario del discurso del dictador Trujillo en el que hizo pública la masacre de haitianos. No creemos que haya sido casualidad.
Desde la llegada de Luis Abinader a la presidencia en 2020, él ha sabido sacarle provecho al anti-haitianismo. Ha adoptado la política migratoria más dura que hemos visto luego de la sentencia 168-13, la más inhumana. Desde 2021 la ola de persecución migratoria se ha enfocado en sectores vulnerables como las mujeres haitianas embarazadas. Miles de niños/as han sido expulsados, separados ilegalmente de sus familias. Hoy estamos siendo testigos de una peligrosa intensificación de esa política. La deportación de 10,000 personas haitianas cada semana implica la imposición de cuotas regionales y locales, con metas diarias. Para cumplirlas, las autoridades violan todas las garantías constitucionales del debido proceso. Se allanan casas sin orden judicial, se detiene a miles de personas únicamente por su perfil racial. Es un estado de excepción no declarado.
A pesar de las denuncias sobre los robos, extorsiones, asesinatos y violaciones sexuales que son frecuentes en estas cacerías humanas que llevan a cabo la policía y los militares, a pesar de los llamados nacionales e internacionales a detener las expulsiones colectivas, las autoridades se limitan a responder que es un derecho soberano sacar del país a las personas en situación irregular. Arrestar y deportar a 10,000 personas cada semana no es posible sin el uso de la violencia y la deshumanización de la persona migrante, tampoco es posible respetando la Constitución y los tratados internacionales suscritos por el Estado dominicano. Violar los derechos humanos no es soberanía.
Miles de dominicanos negros caen en las redes de la Dirección General de Migración, debido a su protocolo institucionalizado del perfilamiento racial. Para lograr su objetivo de 10,000 expulsiones semanales, las autoridades migratorias arrestan indiscriminadamente a las personas negras en las calles, sus documentos se revisan horas después en los centros de detención de migrantes, el más grande de ellos ubicado en la zona de Haina como si se tratara de “el Chernobyl dominicano” por la altísima contaminación de metales pesados, una de laspeores del mundo. Miles de personas dominicanas han sido detenidas de esta manera desde 2021, privándoles de su libertad y sus derechos solo por ser negras y “parecer haitianas”. La crisis de las deportaciones masivas que vivimos actualmente está lacerando a toda la sociedad, pero la campaña del gobierno con su racismo institucionalizado y su discurso anti haitiano resuena más que las voces que demandamos un alto a las deportaciones masivas y el restablecimiento de la vigencia de la Constitución.
Hoy las personas inmigrantes haitianas y dominicanas de ascendencia haitiana viven en un estado de terror. Salir de sus casas implica graves riesgos y ni dentro de ellas pueden estar seguros. Se ha hecho viral en las redes sociales la frase: “Los prietos que anden con su cédula”. Pero ni siquiera andar con la cédula garantiza que las personas negras no sean atacadas por las autoridades y detenidas. El 12 de octubre, el coordinador del Movimiento Reconocido fue abordado por la policía en uno de los cientos de retenes que obstaculizan las calles del país. A pesar de mostrar su cédula, fue detenido. Uno de los oficiales le dijo “tan solo eres un haitiano con cédula”. Lo que evidencia que no hay lugar seguro para un dominicano negro en la República Dominicana.
Alentados por la cacería humana, turbas racistas toman las calles exigiendo la salida de todas las personas haitianas de sus comunidades. En el distrito municipal Santiago de la Cruz, en la provincia Dajabón, las autoridades locales recorren las calles con altoparlantes amenazando a las personas haitianas. Grupos neonazis rodean las sedes de las organizaciones de derechos
humanos, con la cooperación de la Policía Nacional y el Ministerio de Interior y Policía.
Se evidencia que esta campaña no solo persigue a los inmigrantes haitianos. Se trata de nuestra negritud, se trata de nuestras personas negras. Lamentablemente en la República Dominicana hay un segmento alienado y profundamente racista de la población que vive en un estado de negación tal que no logra entender lo que está pasando e incluso aplaude una persecución racista que podría en cualquier momento volverse en su contra y afectarle, directa o indirectamente. Las personas que denuncian públicamente esta persecución racista, que se atreven a hablar, a escribir y opinar, son acosadas intensamente por pensar diferente, por defender al migrante. Se les tilda en las redes sociales e incluso en los medios de comunicación de “traidores a la patria”, se les amenaza de muerte, se les agrede, con la complicidad del gobierno.
En este momento de crisis de las vidas negras haitianas y dominicanas de ascendencia haitiana, es necesario hacer un llamado a la solidaridad, alzar la voz contra esta ola de violencia estatal y paraestatal. El llamado es a los movimientos sociales internacionales que luchan en contra de la discriminación racial, aquellos que revindican la negritud y la afrodescendencia, a movilizarse contra la barbarie gubernamental en República Dominicana.
La política del terror en contra de las personas dominicanas de ascendencia haitiana y en contra de las personas migrantes haitianas que reside en la República Dominicana no sólo agudiza la crisis haitiana, al expulsar y generar una migración forzada de miles de personas semanalmente, sino que sirve de mano instrumentalizadora de la opresión y represión colonial en contra del deseo de libertad y respeto de la primera nación negra que se atrevió a ser libre. La diplomacia dominicana se suma al cerco internacional que asfixia al pueblo haitiano, como lo demuestran las palabras del canciller dominicano en la ONU al decir que la deportación de 10 mil personas semanales es una forma de presionar a la llamada “comunidad internacional” para que acelere la ocupación militar de Haití. Es parte de una estrategia de imposición del imperialismo que debemos denunciar.
Nuestra deuda con el pueblo haitiano
Otros países de Centroamérica, Norteamérica y el Caribe también deportan y discriminan a la migración forzada haitiana. ¿Qué sentido tiene que gobiernos aboguen en los escenarios internacionales por la solidaridad con Haití, cuando a pesar de la crisis no paran las deportaciones hacia Haití?
No se puede hablar de lucha contra el racismo global sin detenerse seriamente a ver la realidad de Haití y su diáspora. No se puede hablar de teorías decoloniales sin detenerse y alzar la voz contra la ideología colonial que oprime y deshumaniza al negro-haitiano. La deshumanización del haitiano es la deshumanización del negro. No solo se trata de una nacionalidad, se trata del emblema y símbolo de la lucha de los pueblos afrodescendientes, personas que compartimos las mismas características históricas de opresión y que constantemente seguimos siendo oprimidas.
Por esa razón, hoy hago un llamado a los grupos y entidades que luchan por las vidas negras desde diferentes espacios y lugares a mirar hacia Haití y su diáspora dispersa por todo elhemisferio. Es tiempo de tomar acciones concretas y contundentes para rechazar lo que está pasando en primer lugar en la República Dominicana, donde se lleva a cabo la peor política de deportación masiva del mundo actualmente en proporción al tamaño de la comunidad perseguida, y en segundo lugar en países como EE. UU. y países del Caricom y Centroamérica, donde también se persigue y se discrimina a la migración haitiana. Es urgente mostrar una real solidaridad con Haití y su pueblo. Es necesario tomar acciones como las que se tomaron en otros contextos de la historia, como en la lucha contra la Apartheid en Sudáfrica o en la lucha contra el apartheid y la ofensiva genocida que sufre el pueblo palestino. Impulsemos una real solidaridad internacional, por el fin del apartheid en República Dominicana, el fin de las deportaciones masivas y la restitución de la nacionalidad de las personas dominicanas de ascendencia haitiana, contra el intervencionismo en Haití y a favor de la vida y la dignidad de las personas haitianas en todo el hemisferio.