Soy una mujer negra, bateyera, y sigo en pie de lucha contra la apatridia
Por Maribel Pierre
El 23 de septiembre del 2013, el Tribunal Constitucional emitió la sentencia 168-13, desnacionalizando a más de 200 mil personas dominicanas de ascendencia haitiana, dejándonos en condición de apátridas. Diez años después, esta es una mancha imborrable de racismo para el Estado dominicano. Se trata de una política que sobre todo ha afectado a las mujeres dominicanas de ascendencia haitiana.
Soy una de las muchas mujeres negras, dominicanas de ascendencia haitiana, afectadas por la sentencia. Formo parte del movimiento reconoci.do y una hermosa iniciativa llamada Muñecas Negras RD, un proyecto que busca empoderar a niñas y mujeres negras de distintos bateyes. A pesar de que la falta de documentación me ha limitado en muchos aspectos de mi vida, eso no ha sido suficiente razón para vencerme y aunque el Estado me cierre mil puertas, buscaré la manera de seguir avanzando y encaminar a otras mujeres para que también puedan avanzar.
Actualmente tengo 25 años. Hace 8 años terminé mis estudios secundarios, uno de mis mayores sueños siempre ha sido ser maestra. Sin embargo, aún no me he podido inscribir en la universidad, no puedo ni siquiera hacer un curso técnico, obtener un trabajo formal, contraer matrimonio civil o abrir una cuenta de ahorros en un banco; no puedo ni comprar un chip de celular a mi nombre. Mi vida y mis sueños han quedado paralizados, llevo 8 años en esa situación esperando una respuesta que no se sabe si algún día llegará. La causa de esto es que el Estado dominicano y los gobiernos han decidido negarnos todos nuestros derechos, comenzando por quitarnos la nacionalidad.
La falta de documentación nos condena a la pobreza y nos coloca en una situación de mayor vulnerabilidad. La sentencia 168-13 nos ha condenado a una muerte civil. Pese a que está situación afecta a un grupo amplio de personas, sin distinción de sexo ni edad, creo que las mujeres sufrimos mucho más este problema, porque la falta de oportunidades de trabajar, de estudiar y de salir adelante nos presiona al casamiento a temprana edad, aumentando la alta tasa de embarazos adolescentes, el desempleo, el analfabetismo, la vulnerabilidad ante la trata de personas. Nuestros hijos heredan esta terrible situación al nacer, porque si la madre no tiene documentos, no puede declarar a sus niños o niñas.
Acudir a un centro de salud es como acudir a la casa del terror. Se recibe mucho maltrato psicológico y verbal por parte de los médicos, enfermeras e incluso del personal de limpieza y los porteros, con mayor crueldad si la mujer está gestando. He presenciado muchos de estos casos y en algún momento también me ha tocado vivirlo en carne propia y también cuando acompaño a mis padres. El discurso repetitivo del presidente contra las mujeres embarazadas haitianas y dominicanas de ascendencia haitiana, a las que llama con desprecio “parturientas” aumenta la discriminación y el maltrato que recibimos.
Al igual que yo, existen muchas mujeres con deseos de superarse, pese al empeño del Estado y el gobierno en aplastarnos. Muchas mujeres han quedado marcadas emocionalmente, han perdido la esperanza y en el peor de los casos hasta han perdido las ganas de vivir y de seguir luchando por sus derechos.
No es fácil nadar contra la corriente bajo un Estado que dice ser social y democrático de derecho, pero que realmente es racista. Es un Estado que decide con un criterio racista quién merece tener derechos y quién no debe tenerlos. Las dominicanas de ascendencia haitiana, desnacionalizadas y empobrecidas, somos las más afectadas por esa política. Somos las más oprimidas entre los oprimidos, las más marginadas y explotadas entre los marginados y los explotados. Pero seguimos resistiendo, a pesar de todo.
#8demarzo