Gracias Reconoci.do, por cambiar mi vida

 

Por Shalin Charles Deni

Shalin Charles Deni (1993) Batey Canutillo, San Pedro de Macorís. Cursa el 5to grado de primaria. Tiene dos hijos. Actualmente no trabaja. Tiene su cédula de identidad y electoral.

Mi nombre es Shalin Charles Deni, nací en el 1993 en el hospital del municipio Quisqueya, el día primero de mayo. Yo me crié en el Batey Canutillo. Mis padres, desde que salieron de Haití, siempre han vivido ahí. Ahí construyeron su hogar, ahí tuvieron a sus cinco hijos que son: Shalin, Miledi, Yolandita, Eddi y Linda, pero ella falleció el 24 de noviembre del 2015. Murió por una enfermedad llamada pulmonía. Cuando éramos niños, mis padres nos declararon con los documentos que ellos tenían, que eran la cédula vieja del tiempo de Balaguer.

Cuando yo cumplí mis dieciocho años, fui a la Junta Central de Los Llanos. Me pidieron los documentos de mis padres y yo se los entregué a la secretaria. Después que ella revisó los documentos, me los entregó y me dijo que me sentara. En media hora, me llamó: «Shalin Charles» y me dio el acta para fines de cédula. Me tiré la foto y me dijo que me fuera, que ellos me iban a llamar. Pasaron meses y meses… y nunca me llamaron.

Un día yo volví a la Junta Central para saber qué es lo que esta- ba pasando. Me buscaron en el sistema y me dijeron que estaban investigando mis documentos, y me dijo [la secretaria] que me iban a llamar. Yo le pregunté a la secretaria que si iba a tardar mucho esa investigación, ella me contestó que no sabía. En tres semanas volví de nuevo a la Junta, y me dijeron que tenía que ir para la capi- tal y coger para Inspectoría a que me dieran una respuesta. Pero, me decían lo mismo, que estos documentos ya los habían revelado [sic], pero no me los entregaron porque mis padres eran haitianos. Yo me sentía sin ánimo, sin fuerzas para seguir viviendo. Yo tenía miedo de salir fuera de mi casa para que Migración no me agarrara y me llevara a un país donde yo no conocía a nadie y que nunca había ido. Lloraba todos los días, todas las noches y a cada momento yo sentía que ya no había solución para mi problema. Pero, todas las noches –antes de acostarme– le pedía a Dios que me diera fuerza y paciencia, y que se solucionara mi problema de documentación y Dios me escuchó…

Un día llegó a mi casa una joven llamada Marena, ella era una líder comunitaria. Ella me dijo que estaba buscando hijos de padres haitianos que la Junta Central no le quería entregar los documentos. Yo me puse tan contenta que se me salieron las lágri- mas. Ella se sentó y yo le conté lo que me estaba sucediendo. Ella me dijo que hay una organización llamada Reconoci.do que está ayudando a jóvenes que tienen problema de documentación, y que ellos hacían unos viajes cada vez que había protestas frente el Congreso.

Yo iba a cada protesta y a cada marcha que se hacía. Yo nunca me quedaba en mi casa. Si estaban haciendo una reunión, donde sea que estaba el grupo de Reconoci.do, ahí estaba yo. Un día Nos cambió la vida hicieron un viaje a la Junta Central Electoral un grupo de jóvenes y yo estaba en ese grupo. Cuando llegamos, pasamos los documen- tos y nos dijeron que no nos pueden dar los documentos porque estábamos afectados por la Resolución 12 y la ´famosa´ Sentencia que había emitido el Tribunal Constitucional. En ese momento fue que yo me di cuenta de lo que estaba pasando conmigo y, desde que me integré en el Movimiento Reconoci.do mi vida cambió mucho. Me sentí con más fuerza y con más ganas de luchar.

Un día yo estoy sentada en el patio de mi casa, que eran como las cuatro de la tarde, llegaron unos inspectores de la Junta Central a llevarme un documento que me había mandado la Junta. Cuando yo le pregunté al inspector de qué se trataba ese documen- to, él me dijo que era una demanda de la Junta Central. Cuando le dije: «¿por qué la Junta me está demandando?, él me dijo que era una demanda en nulidad de mi acta de nacimiento. Yo no aguanté las lágrimas y me puse a llorar. Llamé a un joven llamado Isidro,40 él era coordinador de núcleo del Movimiento de Reconoci.do. Él me dijo que había que llevarle esos documentos a la abogada. Ella me dijo que no me preocupara, que todo se iba a solucionar. A mí me mandaron tres demandas en nulidad. Yo ya no sabía qué hacer. Yo… hasta pensaba en quitarme la vida… porque si yo no tenía documentos, cómo voy a vivir en este país de discriminación y de abuso.

Después de unos meses, yo di a luz a mi hija llamada Rosar- lin. Ella nació el 21 de septiembre de 2012. Cuando me dieron de alta, no me querían dejar salir del hospital Antonio Musa, porque no permití que registraran la niña en el libro de extranjería. Yo quería que registraran a mi hija en el libro normal porque mi niña no pertenecía a otro país, porque donde ella nace… ahí pertenece. Yo discutí con la secretaria, le dije: «Mi hija nació aquí, ella es tan dominicana como tú», pero ella me dijo que si mis padres eran haitianos, que era haitiana al igual que mi hija.

Yo tenía una rabia que no pude contener las lágrimas, me puse a llorar. Con el corazón destrozado, llamé a Isidro y le conté lo sucedido, y él me dijo que por nada del mundo aceptara que me diera el papel rosa- do, que él estaba en una reunión de Reconoci.do en el Bonó y que iba a salir tarde. Y me dijo: «No te preocupes que mañana, si Dios quiere, yo y Rosa Iris iremos para allá». Rosa Iris también era una líder del movimiento.

Más tarde, como a las nueve de la noche, llegó Isidro con una funda de pampers41 y mandó a la hermana mía a comprarme una cena, y me dijo: «Yo tuve que dar RD$100 al portero para que me dejara subir». Mientras él hablaba conmigo, yo no podía conte- ner las lágrimas porque el dolor que sentía en el pecho era tan fuerte que, hasta tragando la saliva, me dolía. Isidro se fue. A la mañana siguiente, volvió junto con Rosa Iris. Cuando ellos entraron a la habitación donde estaba, yo sentí un alivio como si fuera que yo tuviese una carga y que ya esa carga se ha desapare- cido. Cuando Rosa Iris se dirigió a la oficina donde entregaban los papeles de nacido vivo, como en media hora, llega Isidro con una sonrisa de oreja a oreja y me dice: «Ven a firmar y que tu hermana Lismena recoja tus cosas, que nos vamos…».

Yo me sentí tan feliz que le dije «compadre» a Isidro y «comadre» a Rosa Iris, y también a mi «comadre» Yulisa, que también participó en el rescate. A mi niña le dieron el papel blan- co. Unos meses después salió la famosa lista que la Junta había publicado, que si tu nombre aparecía en esa lista, te podían entre- gar tus documentos. En esa lista salió mi nombre y fui a buscar mi cédula, pero a mí me hicieron una transcripción o sea que todo hijo de migrante haitiano lo estaban poniendo en un libro aparte, que si tus padres son dominicanos te ponían en otro libro. ¿Quién dice que no iban a ligar el chocolate con la vainilla?, pero –en mi corazón– yo sentía que todos somos iguales, de diferentes colores, pero somos hermanos todos.

Cuando yo declaré a mi hija, me entregaron un recibo para retirar el acta de nacimiento. Me dijeron que volviera en dos meses, a ver si ya había salido la sentencia. Después de los tres meses fui a buscar el acta de mi niña, pero me mandaron al Tribu- nal de Menores a ver si ya había salido la sentencia. Me dijeron que no había salido.

En dos semanas volví a la Oficialía de San Pedro de Maco- rís, me dijeron que ya había salido la sentencia y que había que pagar RD$300 por el acta original. Me entregaron el acta de mi niña cuando yo le di mi cédula: y tuve el acta de mi hija en mi mano. Yo tenía una alegría inmensa y una felicidad tan grande que pensé que yo estaba en un sueño. Pero, mi lucha no fue en vano: gracias a Dios y a Reconoci.do hoy yo tengo mi cédula, mi tarjeta de seguro Senasa y mis dos hijos están declarados por mí: mi niña Rosarlis Charles y Hansel Charles.

Gracias Reconoci.do por haberme apoyado en todo, y por haber llorado conmigo, por no darme la espalda cuando más lo necesitaba. Siempre le voy a orar a Dios para que Reconoci.do siga en pie de lucha y se termine con la discriminación racial. Que Dios bendiga siempre ese movimiento y lo acompañe, siempre… gracias Reconoci.do por transformar mi vida, por no dejar que esa senten- cia criminal acabara con mi vida y con mi futuro.

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