Distinguido Señor Mario Vargas Llosa:
La ciudadanía dominicana que el presidente Abinader le ha otorgado por la vía privilegiada el 31 de mayo de este año 2023, ha generado el rechazo violento de los mismos sectores extremistas que quemaron sus libros cuando usted fijó posición hace casi diez años en contra de la sentencia racista 168-13. También son esos sectores los que nos atacan y amenazan impunemente, por el simple hecho de ser quienes somos, una organización que agrupa y moviliza a miles de jóvenes dominicanos de ascendencia haitiana afectados por la sentencia 168-13.
También recordamos su artículo “Los parias del Caribe”, publicado el 2 de noviembre de 2013. Repasar ese escrito, que fue muy bien recibido por nuestra comunidad en pleno proceso de movilización, es una forma también de repasar lo ocurrido en estos diez años. Usted narraba la historia de arbitrariedad y ensañamiento del régimen dominicano contra una joven dominicana, Juliana Deguis, que dio paso a la sentencia racista 168-13. Juliana Deguis ha logrado recuperar la ciudadanía, pues la presión nacional e internacional obligaron al gobierno de Danilo Medina a dar marcha atrás parcialmente y a través de la Ley 169-14 reconocer la nacionalidad de las personas que ya tenían plena documentación al momento de producirse la sentencia, el llamado grupo A. Sin embargo, sus hijos aún no han sido reconocidos como ciudadanos dominicanos por el Estado, pese a ser hijos de una ciudadana dominicana, y uno de sus hijos incluso sufrió una detención arbitraria recientemente a manos de agentes migratorios.
Es que incluso las personas del llamado grupo A todavía están en un proceso de lucha para defender su pertenencia al registro civil original e impugnar su transcripción a un registro civil segregado racialmente y muchas ni siquiera han logrado la restitución de sus documentos de identidad. Las tortuosas burocracias descritas por Kafka en “El Castillo”, “El Proceso” y otras obras, se quedan cortas ante la perversidad del régimen dominicano en su ofensiva judicial contra nuestra comunidad.
Como usted bien sabe, la República Dominicana es un país en el que el perfilamiento racial suplanta uno de los principios básicos de un Estado de Derecho que es la presunción de inocencia. Para el régimen dominicano, una persona negra es un inmigrante en situación migratoria irregular hasta que demuestre lo contrario. Ser haitiano, o dominicano de ascendencia haitiana, significa no tener ningún derecho, que los agentes migratorios puedan tumbarle la puerta de la casa en la madrugada sin orden judicial o que cualquier policía o militar le exija el pago de 2 mil, 5 mil o hasta 20 mil pesos por la gracia de no detenerlo arbitrariamente.
Las personas dominicanas de ascendencia haitiana estamos siendo objeto de detenciones arbitrarias por parte de agentes migratorios, policiales y militares, desde que en 2021 el gobierno de Luis Abinader iniciara un proceso de deportaciones masivas. Las personas dominicanas desnacionalizadas somos consideradas extranjeras e indocumentadas por el mismo Estado que nos desnacionalizó y nos indocumentó. De esta ofensiva, no se han salvado ni las mujeres embarazadas, muchas veces detenidas hasta en los mismos hospitales, negándoles atención médica, ni los miles de niños y niñas que han sido deportados sin la compañía de familiares.
Su artículo del 2013 mencionaba el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte-IDH) de 2005 ante el caso de la denegación de la nacionalidad a dos niñas dominicanas de ascendencia haitiana, y consideraba “muy improbable” que el país se retirara del sistema legal interamericano, para convertirse en un país paria. Ocurrió algo quizás más improbable aún: el Estado dominicano desconoció en los hechos los criterios de la Corte-IDH, sin desconocer formalmente el sistema legal interamericano, pero no fue convertido por los demás Estados en un “país paria”. Al contrario, lo que ocurrió fue una adaptación y connivencia lamentable con un régimen racista y violador de los derechos humanos.
Estamos de acuerdo con usted cuando dijo que la sentencia 168-13 “es una aberración jurídica y parece directamente inspirada en las famosas leyes hitlerianas de los años treinta dictadas por jueces alemanes nazis para privar de la nacionalidad alemana a los judíos”. Pero hoy los parias del Caribe no son los representantes del Estado que han aplicado esos criterios nazis en contra nuestra. Hoy los parias del Caribe somos precisamente quienes constituimos la mayor comunidad en situación de apatridia del hemisferio.
Tal y como usted alertaba que ocurriría en su artículo de 2013, hoy somos miles de familias que no podemos acceder a un trabajo formal, estudiar en universidades, tener seguro médico o cotizar para la seguridad social, tener un pasaporte para poder viajar. Muchos de nuestros padres y abuelos inmigrantes, a quienes se les descontaron cientos de cotizaciones a lo largo de décadas para la seguridad social, hoy carecen de una pensión porque el Estado también se las niega en base a criterios raciales, pese a que contribuyeron a construir con su esfuerzo en los campos de caña y los ingenios azucareros la riqueza de este país.
Ahora que pasará largas temporadas en el país, usted podrá percatarse de cómo las cosas no han mejorado en estos diez años, sino que han empeorado. La propaganda racista en los medios de comunicación y los discursos oficiales es permanente. Las precarias documentaciones que algunos jóvenes dominicanos de ascendencia haitiana recibieron en virtud de la ley 169-14 se vencieron y como en la peor pesadilla burocrática, ni siquiera existen procedimientos u oficinas para renovarlos o acceder a otros. La promesa de que la desnacionalización se corregiría, para algunos, con la naturalización, fue un vil engaño. Ningún dominicano de ascendencia haitiana ha sido naturalizado y este gobierno incumple hasta sus propios decretos de naturalización.
Como cabía esperar, el gobierno ha tomado las expresiones que usted emitió en el acto protocolar de otorgamiento de la nacionalidad, como evidencia de que usted ha renegado de sus anteriores críticas al racismo de la sentencia 168-13. La vicepresidenta Raquel Peña, por ejemplo, ante quienes critican que se le otorgara la nacionalidad por haber usted criticado al Tribunal Constitucional, ha dicho que “todo el mundo tiene derecho a reivindicarse y rectificar”. Esa instrumentalización que hace el gobierno de su prestigio literario no tiene mayor importancia para nosotros.
Nadie puede ocultar la vigencia de lo dicho en “Los parias del Caribe”. Muchos altos funcionarios del actual gobierno además se ven reflejados en esa cobardía moral que usted bien retrató en “La fiesta del chivo”, pues por ambición y oportunismo se hacen cómplices de la gran injusticia histórica que se comete en nuestra contra y son partícipes de la consolidación de un régimen de discriminación racial sistemática en nuestro país, sabiendo perfectamente lo que eso significa. Hay muchos como “Agustín Cabral” en el actual gobierno y el fantasma de Trujillo sigue rondando los pasillos del palacio cuando desde el poder se acusa a las personas haitianas y dominicanas de ascendencia haitiana de representar una amenaza para la soberanía nacional.
Por eso creemos que tenemos la obligación de ofrecerle la oportunidad de escuchar una versión diferente a la que escuchó en el Palacio Nacional sobre la realidad del país. No porque tenga que “reivindicarse” como dice la vicepresidenta Peña, sino porque creemos que lo que tenemos que decir le interesará y enriquecerá su visión de este país del que ahora también es ciudadano. Nuestra lucha por la igualdad y el pleno reconocimiento de que somos parte de la República Dominicana, país que hemos ayudado a construir, continuará sin descanso. Las mentiras no nos han detenido ni nos detendrán jamás.
Hoy usted es ciudadano dominicano, mientras nosotros y nosotras, aunque nacimos y crecimos en este país, seguimos luchando en contra de la sentencia que nos hizo apátridas en nuestro propio país. A 10 años de la sentencia 168-13, nuestra realidad es peor, pero seguimos firmes en la lucha.
Por el Movimiento Reconocido /Ana Maria Belique